La normalización de la violencia
“He pensado cambiarme de nombre, no veo otra salida, irme y cambiarme de nombre. ¿Te parece bien si uso el tuyo?. Me has ayudado tanto... Además, así a lo mejor tengo algo de tu fuerza... Tengo tanto lío en la cabeza”.
Esto es lo que me acaba de decir una paciente en consulta, tras varias sesiones, empieza a entender que eso que su pareja le hace no es normal. Que eso que la pasa no es culpa suya. Que no “está loca”, “no exagera”, “no es una paranoica”, “ que esa primera bofetada no se la merecía” y que cuando puso la mano para parar la siguiente se defendió y no fue que “provocó las siguientes bofetadas por su chulería”.
Sin embargo, lo preocupante de esto no es que ella necesite varias sesiones para verlo; lo verdaderamente preocupante es que previamente había sido atendida por diferentes profesionales de la salud mental y los Servicios Sociales que no habían dado importancia a sus mensajes, a su angustia.
Los primeros indicios de la violencia de género pasan desapercibidos por estar normalizados, incluso para los profesionales, cuando no están formados en violencia de género. Lo que me hace pensar cuantas viven en esa situación también sin ser conscientes.
No podemos normalizar el insulto o el desprecio, no podemos normalizar la ira, no podemos justificar ningún tipo de violencia porque una bofetada, una sola, es violencia y nada, absolutamente nada la justifica.
Debemos formarnos y estar alerta no solo de lo que una mujer nos cuenta, también de lo que no cuenta, de su lenguaje corporal, de su mirada, de cómo se define así misma, de cómo define a su pareja, de si tiene amigas o familiares cerca... En definitiva, estar pendientes de lo que tiene que haber en una relación de pareja sana y de lo que echamos en falta.