Comprender a los adolescentes (I parte)
Cuando un día le preguntaba a mi querida amiga Esther, docente desde hace más de una década, por qué le gustaba trabajar con adolescentes, ella me contestaba: ¡cómo no enamorarme de esta etapa! ¡Son seres apasionantes y apasionados!
Apasionantes por la complejidad de sus emociones, las cuales les desbordan y necesitan de esos diques de contención que somos – o al menos debemos ser- los adultos: madres, padres, educadores, agentes tutores etc…
Vivir a nuestros adolescentes como apasionantes nos permite entender sus miedos y angustias para cogerles de la mano y ayudarles a seguir adelante cuando nos lo pidan. Pero cuidado, sólo cuando lo pidan. De ahí la importancia, como educadores y familia, de estar presentes emocionalmente en la infancia y crear ese puente que cruzaran más adelante cuando lo necesiten.
Solo cuando un adolescente “nos invite a su cuarto” podremos entrar en él. Solo cuando sienta que necesita de nuestra ayuda contará con nosotras y entonces, podremos ofrecerle ese hombro en el que apoyarse para seguir el camino con un nuevo aprendizaje adquirido.
Y esto que hacen, queridas familias, no es egocentrismo, es el camino hacia la madurez.
Por supuesto, tampoco se les exime de cumplir normas o de aceptar los límites marcados pero comprender esta etapa nos obliga a redefinir nuestra relación con ellas: entender que son apasionados, pura energía y que, como ella, se transforman.
Ser testigos de la transformación, del paso de la adolescencia a la madurez, es un espectáculo maravilloso en el que hemos de participar pero sin ser directores de orquesta, más bien, estrella invitada: admirada pero sin ocupar el protagonismo principal.
A lo largo de los siguientes artículos iremos desgranando estas ideas y llevándolas a la práctica…