Cuanto más poder se tiene, más peligroso es el abuso
Como padres y madres, nuestra principal función es la de ostentar el poder y guiar a nuestra prole.
Cuando se dice que “los hijos vienen con un pan debajo del brazo” es totalmente cierto, desde su nacimiento nos otorgan un poder: el poder de capacitar o incapacitar a esa persona, dependiente emocionalmente de nosotros y a la que debemos guiar a la independencia.
Esa independencia estará siempre marcada por el hecho de ser seres sociales, pero capaces, con autonomía y responsabilidad en la relación con el entorno.
¿Cómo ejercer mi poder para capacitar?
- Observando: (Observar: mirar algo o alguien con mucha atención y detenimiento para adquirir algún conocimiento sobre su comportamiento o su carácter). Se trataría, por tanto de pararnos a observar a nuestra hija y ver quién es, no quien querríamos que fuera, ni quién dice los demás que es.
- Postulado: (Postular: defender verbalmente una idea o sentar un principio). Ahora me toca a mí, como madre, ejercer mi función: tengo que dar mi versión de los hechos, de la vida… Poner un límite, proponer una idea, imponer una norma… No tiene por qué ser una parte agradable y bonita todo el tiempo pero es necesaria.
- Asumiendo: (Asumir: atraer o tomar para sí algo no material, especialmente una obligación una tarea o una responsabilidad). Asumiendo mis aciertos y mis errores y sus aciertos y sus errores.
- Creyendo: (Creer: considerar una cosa como verdadera o segura o pensar que existe, sin tener pruebas de su certeza). Creyendo en mi capacidad, en la suya – aun siendo diferentes- y en el poder regenerador del amor.